Orden o caos
Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 15 enero, 2009
Orden o caos
Alvaro Madrigal
Solo esa hermosa demostración de fraternidad y solidaridad habida a raíz del terremoto del 8 de enero, ha servido para aliviar la desgracia de las familias abatidas por la pérdida de los suyos y por la destrucción de su patrimonio y de sus empleos. De luto, Costa Rica entera se ha volcado a manos llenas a socorrer a las víctimas de la desgracia. También el gobierno y sus instituciones que si bien resbalaron en la confusión de los primeros episodios del grave incidente, luego articularon las medidas de socorro y rescate básicas. Tan infeliz suceso permite preguntar si el país está debidamente organizado para encarar las secuelas de estos azotes de la naturaleza. Imposibles de impedir o dosificar, hemos de convenir en que solo nos queda mitigar el riesgo y ordenar la capacidad de respuesta.
Costa Rica, literalmente atravesada por fallas geológicas, debe dotarse de las herramientas de trabajo idóneas para encarar un terremoto y capacitar a sus habitantes para reaccionar organizadamente. La vulnerabilidad que otros tienen ante los huracanes y que los impele a organizar su reacción ante su arremetida, lo es aquí por la presencia de un enjambre de fallamientos y de cuatro placas tectónicas en constante movimiento. Hay un Código Sísmico y un mapeo de las fallas, pero ¿se acatan en ciudades y pueblos? Se sigue con atención el fenómeno de subducción de placas frente a Nicoya pero ¿la numerosa población está consciente de lo que puede surgir y está instruida para reaccionar? Los vecinos de Cartago que duermen en la cercanía de unas fallas, ¿están compenetrados de lo que habría que hacer? ¿Qué tal hoy un sismo como el de 1910 o un terremoto devastador en una ciudad como el que en 1991 tuvo como epicentro las montañas de Talamanca y que levantó hasta en dos metros el suelo costeño?
Solo en 2008 se registraron 4.746 sismos, 61 de ellos perceptibles. Como no podemos impedir ni moldear el comportamiento de las fuerzas de la naturaleza y en vista de lo dificultoso que resultan en la práctica las tareas preventivas y la misma predicción de los incidentes —lo advierte Ovsicori— la gran pregunta es si el país está debidamente organizado para mitigar el riesgo y responder al enorme desafío en punto a carreteras, refugios, hospitales, agua, electricidad, y si la gente sabe qué hacer en circunstancias extremas. Como empresario establecido en el área de influencia del volcán Turrialba, soy escéptico de la eficacia de los presupuestos de reacción, con caminos arruinados, se dice que los hospitales tienen muy limitada la capacidad para recibir “pacientes rojos” y sin que el grueso de la gente sepa qué pasa y qué hay que hacer. En las charlas y documentación recibidas se advierte que el Turrialba puede tener comportamiento “estromboliano”, es decir, que puede explotar como el volcán Strómboli, en Italia, y no erupcionar, con efecto destructivo grave en una vasta zona muy poblada, empezando por las fuentes de agua de Turrialba. Pero la gente como que no tiene noticia de estas cosas y ya ni recuerda que en noviembre Ovsicori registró la emisión de 700 toneladas diarias de azufre. “Los gases son como un campanazo de alerta de la naturaleza e indican que este es un volcán vivo y muy despierto”, advirtió Eliécer Duarte, director de ese observatorio.
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