¡Ya rompen los vientos de la política! Dirían nuestros abuelos. Y es que estamos en el umbral de las convenciones de los dos partidos mayoritarios del país, Liberación Nacional (PLN) y Acción Ciudadana (PAC). Las fechas de inscripción de precandidaturas se cierran pronto y vienen las campañas políticas para motivar a los electores.
En esta oportunidad las convenciones tienen reglas diferentes, el PLN ofrece apertura en los centros de votación condicionada a dar la adhesión; el PAC exige afiliación previa a quienes deseen apoyar a sus precandidatos para elaborar un padrón con los aceptados.
Surge la pregunta: ¿si yo quisiera ganar por cuál precandidato debo votar? ¿Quién tiene en este momento mayor número de seguidores?
Para intentar una respuesta se han hecho varias encuestas denominadas “políticas” por su objetivo de carácter electoral, unas por profesionales expertos con diseños científicos y otras por interesados en un candidato o partido específico o por aficionados que buscan respuesta inmediata. Las hay por entrevista personal, correo, teléfono y ahora hasta por Internet.
El tema de las encuestas políticas es algo muy serio sobre el que es importante comprender los elementos básicos que las integran.
El primer aspecto es la homogeneidad o heterogeneidad de las preferencias en la población, lo cual significa que dependemos de la variabilidad de la información; lo que se debe entender como la concentración o la dispersión de las intenciones del voto, elementos que inciden en la determinación del tamaño de la muestra. Si hay muchos candidatos, habrá más heterogeneidad de la población y necesitaremos una muestra de mayor tamaño (más costosa y difícil de obtener).
Una encuesta es un instrumento de medición de opiniones de naturaleza probabilística, o sea, que las personas entrevistadas son seleccionadas al azar y por lo tanto aleatorias y representativas. Pero por el hecho de utilizar muestreo al azar implica que estamos expuestos a cometer “error de muestreo”; dicho en palabras sencillas, siempre que se utiliza una muestra se tiene un riesgo cuantificable de que al seleccionarla no represente al verdadero valor de la población (parámetro).
Por eso los estadísticos hablamos de un margen de probabilidad (o grado de confianza) de que nuestras estimaciones representan una probabilidad predefinida de acierto, pero también existe la probabilidad de “fallo”. A ese valor le sumamos y restamos un “error máximo esperado” para fijar un intervalo dentro del cual esperaríamos que se encuentre el valor de la población, que puede ser tan pequeño como se quiera pero que incidirá en el tamaño de la muestra.
Las encuestas políticas miden, con probabilidades previamente definidas, la intención de voto de las personas en un momento determinado, pero esa intención puede variar en cualquier sentido y proporción con un hábil manejo de la información que motive a los electores; por ello no pueden garantizar un resultado.
Alfredo Blanco Odio
M.Sc. Estadístico
Profesor de Ulacit
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