Mejor malo conocido, que bueno por conocer
Natiuska Traña natiuskatp@gmail.com | Miércoles 20 abril, 2022
Quizá esta no es la primera columna en la que vamos a hablar de incertidumbre y de cómo nos agobia salir de la zona de confort. Pero, ¿alguna vez se han cuestionado sobre esas zonas de confort en las que en realidad nos sentimos insatisfechos, agotados, miserables y sin embargo no las queremos dejar?
Pues la respuesta no es muy complicada y es bastante normal, nos pasa a todos y nos pasará en algún momento de la vida. Somos seres humanos y muchas veces funcionamos bajo las expectativas sociales de maneras que la razón no entiende, cómo por ejemplo: tener un trabajo donde no somos felices solamente por la estabilidad, tener un puesto en "equis" empresa y no tener que pasar por la engorrosa tarea de “tirarse al agua” (de nuevo) y abrirse a esas nuevas oportunidades, donde quizá encuentre precisamente esa, que es la adecuada para usted.
También a esa humanidad, se le suman nuestras conductas psicológicas evolutivas, donde en ocasiones somos presa de emociones y lo “desconocido” tiene la capacidad de replicarse en la amígdala (la encargada del miedo, del “fight or flight”), que nos hace crear escenarios desastrosos. Lo bueno, es que esto es lo que ha permitido que como especie podamos sobrevivir, porque nos hace evitar situaciones, personas u objetos que pueden poner nuestra vida en peligro. El problema es que en nuestra hipercomunicada sociedad actual, hay eventos que destapan la misma sensación, la incertidumbre, el rechazo, no tener el éxito suficiente o tenerlo a costa de circunstancias que lo hacen completamente infeliz.
Mantenerse en posiciones que no lo satisfacen (y con esto no quiero decir que cualquier trabajo, acontecimiento o relación en su vida solo debe ser un lecho de rosas), esconde la incapacidad para afrontar la realidad que le presenta la vida y decidir lo que le puede ayudar a conseguir sus sueños, además que son las causales principales del estrés que vivimos diario que no tienen nada que ver con la supervivencia del Neandertal que fuimos alguna vez sumido en una selva.
Hacer las cosas que nos asustan puede más bien liberarnos. Mark Twain dijo alguna vez: "El valor no es la ausencia de miedo. Es actuar a pesar de él". Quizá es el momento para que analice, cuántos de esos escenarios que no existen lo hacen mantenerse en una realidad que no lo satisface, si permanecer es lo más conveniente o, por el contrario, si ya es hora de pegarle una cachetada a la incertidumbre y a lo desconocido para liberarse de lo que ya no le sirve.
Cuando tenga 90 años no va a pensar: “Ay, como me gustaría haber pasado más tiempo viviendo la vida que no me gustaba”, sino que por el contrario va a decir: “Estoy muy orgulloso de mí porque a pesar de que no sabía lo que me esperaba en el futuro, me atreví a hacer otras cosas aunque me diera miedo”. Lo único que va a lamentar es no haberlo hecho antes o no haberlo hecho del todo.
Así que nada de “mejor malo conocido, que bueno por conocer”. Nuestros cerebros fueron diseñados para protegernos del peligro, así que con esto vamos a lidiar mientras estemos vivos. Entre más enfrentemos nuestros miedos, más nos daremos cuenta de que no pasa nada, que la seguridad, el estatus, quedarse solo y lo que se le ocurra, son solo miedos irracionales. Las oportunidades que tenemos son infinitas.
Nos vemos al otro lado del miedo…
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