De cal y de arena
Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 31 enero, 2008
Alvaro Madrigal
Perplejidad, para decirlo con benevolencia, es lo que produce la frialdad con que Antonio Alvarez Desanti decide reincorporarse al Partido Liberación Nacional después de las graves imputaciones que le hizo a este en los preámbulos de la campaña política de 2006 y sin antes explicar debidamente cómo es que los hechos que calificó con tanta acritud, se esfumaron o fueron corregidos. ¿Se honró el PLN? Dígalo don Antonio y explique cómo fue que quedaron sin sustento sus recriminaciones —que entonces le escuché atónito en sesiones privadas, donde buscaba alianzas externas para desnudar a Oscar Arias— hacia el partido y conductas antiéticas. Ahora dice, para justificar su conversión, que estaba equivocado. Grave confesión de debilidad que afecta la madurez y solvencia intelectual exigibles a quien aspira a la Presidencia de Costa Rica. La otra posibilidad es que todo obedezca a un cálculo oportunista fundado en la creencia (que no sea otra equivocación) de que el apoyo de la oligarquía financiera con la que guarda tantas afinidades, le da amplia ventaja para soterrar a los “limpios” que aspiran a la sucesión. De una o de otra forma, lo que evidencia Antonio Alvarez es una total miopía ante la realidad política del presente y las exigencias de un electorado en buena parte inspirado en valores muy distintos a los del pasado, cuando esas prácticas que causan perplejidad hoy sí tenían validez y pertinencia.
Las incongruencias de los políticos (y de otros que les sirven) son epidemia. Se queja el presidente Arias de la lentitud y del entrabamiento que atribuye a la Asamblea Legislativa. ¿No es que él forjó una alianza de 38 dóciles diputados precisamente para garantía de resoluciones prontas y a la medida de las pretensiones del Poder Ejecutivo? Si la “aplanadora” que contrató lo ha frustrado por su inoperancia, tenga don Oscar el temple necesario para asumir la total responsabilidad de esta penosa expresión de incompetencia política y deje de buscar chivos expiatorios en las tiendas de enfrente. La vía que el mandatario está imponiendo a sus acólitos carece de la más elemental habilidad política; está concebida sobre la fuerza del número y no con los atributos de la buena negociación. Por esa vía, el gobierno solito va encerrándose en un callejón sin salida.
Y más incoherencias. Las sufre ese nuevo grupo de palafreneros del TLC que quieren imponerle a esta sociedad la inverosímil versión de que en el referéndum se votó tanto el Tratado cuanto las leyes de implementación, como si el decreto emitido por el Tribunal Supremo de Elecciones no fuese claro y preciso en convocar a los ciudadanos a votar exclusivamente el TLC y no ninguna otra cosa. Este Tratado formalmente ya reúne todos los requisitos necesarios para ser Ley de la República y lo que resta es apenas su depósito en la OEA. Nada lo atrasa, salvo una estratagema dentro de la que estaría también la campaña de los cruzados del TLC en obsequio al selecto grupo de sus obesos beneficiarios.
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