Quién fue James Harrison, el "hombre del brazo de oro" que les salvó la vida a 2,4 millones de bebés gracias a su sangre
Redacción - BBC News Mundo | Sábado 08 marzo, 2025

James Harrison tenía pánico a las agujas.
Pero la posibilidad de devolverles a los demás lo que habían hecho por él era más fuerte que cualquier miedo a un pinchazo.
Cuando tenía 14 años, este australiano tuvo que ser sometido a una cirugía mayor de tórax para la que necesitó recibir 13 transfusiones de sangre. Sin ellas, no habría sobrevivido.
Tras esa intervención, su padre le contó lo importantes que habían sido los donantes de sangre para que él estuviera bien, lo que lo motivó a convertirse en donante.
Debió esperar hasta cumplir los 18 años, pues las leyes australianas no permitían en aquella época que los menores de edad donaran sangre.
Pero poco después, un hallazgo científico hizo que se convirtiera en uno de los donantes de sangre más prolíficos del mundo, y su plasma salvó la vida de 2,4 millones de bebés.
Lo bautizaron como "el hombre del brazo de oro".
El lunes pasado, su familia anunció que este antiguo jefe de máquinas del departamento de ferrocarriles estatales de Australia murió el 17 de febrero mientras dormía en un asilo de ancianos en Nueva Gales del Sur. Tenía 88 años.
Un anticuerpo muy particular
El plasma de Harrison contenía un anticuerpo raro usado contra el denominado antígeno D, y en 1966 se descubrió que se podía utilizar para fabricar medicamentos para las madres embarazadas cuya sangre podía atacar a sus bebés aún no nacidos.
El antígeno D se utiliza para fabricar inyecciones que protegen a los fetos de la enfermedad hemolítica del recién nacido, en la que el sistema inmunológico de una mujer embarazada ataca los glóbulos rojos del feto.

El joven australiano ya era un donante regular, pero con esta noticia comenzó a donar su sangre cada semana o cada 15 días.
"Me pidieron que fuera un conejillo de indias, y desde entonces he donado sangre", contó Harrison en 2018.
Cuando el factor Rh de la sangre de la madre es negativo y el del padre es positivo, puede ocurrir que los anticuerpos ataquen al feto dentro del vientre y provoquen la muerte o graves enfermedades..
Esto sucede porque el bebé puede tanto heredar el tipo de sangre de la madre como la del padre, y si hereda la del padre se pueden presentar problemas. A esto se lo llama incompatibilidad Rh.
Si bien es más común ser Rh positivo que Rh negativo -en Australia, solo el 17% de la población es Rh negativo-, y que el grupo sanguíneo de una persona sea Rh negativo no es una enfermedad por sí sola, en las embarazadas puede provocar este choque de compatibilidad.
Si las sangres de madre e hijo se mezclan durante la gestación, el cuerpo de la madre genera unas proteínas llamadas anticuerpos Rh que no son un problema para el primer embarazo, pero sí pueden serlo para los siguientes.
Antes de que se desarrollaran las intervenciones "anti-D", uno de cada dos bebés diagnosticados con la enfermedad hemolítica del feto y del recién nacido moría.

Por alguna razón no determinada, aunque algunos lo atribuyen a la cantidad de transfusiones que Harrison recibió por su operación de tórax, el cuerpo de este hombre producía enormes cantidades del antígeno D, que previene las enfermedades por la incompatibilidad Rh.
Y cuando donaba sangre, su cuerpo producía aún más anticuerpos.
Si un donante promedio salvaba la vida de 17 personas, según la Cruz Roja Australiana, cada donación de Harrison le salvaba la vida a más de 2.000 bebés.
Para prevenir que contrajera anemia, el plasma se retiraba de la sangre donada y las células rojas le eran reinyectadas.
Como no le gustaba ver el pinchazo, en cada sesión miraba a las enfermeras, al techo o a las manchas en la pared.
"Es demasiado macabro, pienso, verte a ti mismo siendo pinchado con la aguja", señaló en una ocasión.
La última donación
Harrison había superado las 1.000 donaciones de sangre y continuaba. No tenía intención de abandonar esa práctica que había salvado a miles de niños y niñas.
Entre ellos estaban sus nietos, ya que la hija de Harrison había tenido que recibir la vacuna anti-D durante el embarazo de dos de sus hijos.
"Tengo mucho tiempo. (…) He dicho que lo dejaré de hacer cuando tengan que usar las dos manos para introducir la aguja y no quieran usar mi pierna", declaró en 2017 al diario The Sydney Morning Herald.
Pero al año siguiente, y después de 1.172 donaciones, llegó el día de la última.
"Seguiría adelante si me dejaran", declaró entonces, con 81 años, en una emotiva ceremonia en la que estuvo acompañado por algunas de las madres y padres cuyos bebés nacieron gracias a su plasma.

Y es que todas o casi todas las inyecciones de la vacuna anti-D en Australia tenían plasma de James Harrison.
No pudo continuar porque los médicos temieron que le provocara problemas de salud.
"Es un día triste para mí. El final de una larga carrera", afirmó Harrison mientras su sangre fluía desde su brazo derecho hacia la máquina.
Del total de donaciones, solo 10 veces le habían quitado sangre del brazo izquierdo. Todas las demás eran de su brazo derecho, el "brazo de oro".
"Puede ser que todo esté en mi cerebro, pero puedo sentir el pinchazo cuando es en el brazo izquierdo, así que solo me han lo han hecho 10 veces en ese brazo. En el brazo derecho no lo siento", explicó a The Sydney Morning Herald.
"Hay un poco de mí en cada donación que llega a las madres que lo necesitan, y eso me hace sentir bien", dijo en una entrevista en 2009.
"Es realmente el regalo de la vida. Es muy importante", afirmó en otra oportunidad.
En 1999 fue condecorado con la Orden de Australia y en 2005 obtuvo el récord mundial Guinness de mayor cantidad de plasma sanguíneo donado.
"Es el único récord que espero que sea superado", le dijo al Canal 10 de Australia en 2011.
Once años más tarde, su sueño se cumplió cuando fue superado por otro hombre en EE.UU.
Su hija dijo que él estaba "muy orgulloso de haber salvado tantas vidas, sin ningún costo ni dolor".
Con información de Kelly Ng

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