En la pesadilla del León, se deben repartir responsabilidades
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 13 marzo, 2019
Las personas decentes le huyen a la política y les dejan espacio a las corruptas. En toda actividad, y máxime en el fútbol que es pasión y religión, debe aplaudirse que ciudadanos de características personales intachables, se acerquen a colaborar en su desarrollo.
Lo escribimos en su momento y hoy lo corroboramos: que Fernando Ocampo se haya “metido” al fútbol y en su caso personal como presidente de Liga Deportiva Alajuelense, es un lujo para el deporte costarricense.
Pocos dirigentes criollos reúnen los atestados académicos, profesionales y personales del jerarca manudo, hombre dinámico y joven, que se entregó repleto de limpias ilusiones, a trabajar a tiempo completo para que su querida Liga fuera campeón nacional en el año del Centenario.
Como novato en estas lides, le tocó pagar derecho de piso, que trocaron sus nobles ilusiones, metas y prioridades en una pesadilla.
La temporada del Alajuelense en su año de Centenario, se convirtió por diferentes circunstancias en una campaña de terror, al encadenarse una serie de situaciones imprevistas con decisiones erradas, que guiaron al equipo al desastre. Lógicamente que en don Fernando, como jerarca del club, se cargan las mayores responsabilidades.
Podemos escribirlo, en el sentido humorístico del término, que Fernando Ocampo “se volvió loco” con el Centenario y hoy se hace evidente, que no tuvo el asesoramiento correcto para que “sus locuras”, fueran revisadas, detenidas o corregidas a tiempo.
Cercanos colaboradores de su gestión, se acercan a la prensa y nos dicen que don Fernando “no hace caso” y gusta, no de imponer, pero sí de que se aprueben sus “ideas”.
Estamos claros y la posición de la Liga en la tabla del Clausura lo notifica: las metidas de escarpines de su dirigencia han sido monumentales y los pasos en falso fueron tantos, que condujeron al equipo al abismo, pero, también falló y con creces, el equipo de fútbol, es decir, los futbolistas, en situaciones de juego en la que nada tienen que ver sus dirigentes.
Por citar un solo caso; que un delantero como Róger Rojas meta 21 goles en su primera temporada y hoy mete uno y bota cinco en cada partido, no es responsabilidad del señor Ocampo. Mucho menos, la inutilidad de su línea defensiva, recurrente en yerros infantiles y mucho menos la cadena de lesionados que limitaron la capacidad de maniobra de sus técnicos. Entonces, que cada palo, aguante su vela.
gpandolfo@larepublica.net
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