El frío y las cobijas
Vilma Ibarra vilma.ibarra@gmail.com | Miércoles 04 agosto, 2010


Hablando Claro
El frío y las cobijas
Muchas veces no me siento nada orgullosa de ser periodista. Más aún, en ocasiones me avergüenzo de mi oficio.
Será porque no entiendo el periodismo que practicamos hoy en Costa Rica y —como le decía a un buen amigo— no puedo terminar de aceptar que nuestro “mal momento” en el ejercicio periodístico se prolongue en el tiempo de manera tal que nos hayamos acostumbrado a constatar la endeble calidad periodística en nuestros medios como algo imposible de conjurar.
Este amigo —honorable a toda prueba en el desempeño de su alto cargo público— fue víctima de un artículo que un “periodista profesional” publicó en su contra en un semanario con una buena dosis de imprecisión y falta de corrección (dos pilares básicos de la presentación de los hechos noticiosos). Repito imprecisión y falta de corrección, pues ni siquiera hablo de mala fe, conducta que curiosamente ese “periodista profesional” se adelantó a descartar de previo junto con el envío de un cuestionario de tres preguntas que mi amigo debía responder en poquísimas horas y prácticamente a modo de descargo de una acusación-sentencia también adelantada.
Sí. Estamos plagados de desconocimiento, mala aplicación de la técnica periodística más elemental, falta de comprensión de los hechos sobre los cuales se elabora la noticia. En fin, tenemos un problema ético de falta de calidad de dimensiones descomunales. Y parte sin novedad.
Hacemos gala de un periodismo amarillista, sensacionalista, lleno de exabruptos y tonterías, vaciado de contenidos, que convierte en hipótesis de trabajo sus prejuicios, prenociones y preconceptos. Eso es lo que tenemos hoy. Y todo ello sin necesidad de pasar revista a la agenda mediática de las top models y el torcido enfoque de los sucesos…
Yo puedo entender que como gremio, los periodistas graduados de las universidades del país pugnemos porque seamos nosotros los “periodistas profesionales” los que ocupemos los muy reducidos cargos laborales disponibles en una actividad tan saturada como la nuestra.
Lo que no puedo aceptar es que ese se convierta en el tema del debate. Porque —siento disentir de Raúl Silesky, amigo y colega presidente del Colegio de Periodistas de Costa Rica— no es cierto que sea posible derivar una correlación entre el hecho de ser o presentarse como “periodista profesional” y la imperiosa necesidad de elevar la “calidad, la ética y la responsabilidad de los contenidos” y menos aún que podamos decir que alcanzaremos la excelencia solo si poseemos los títulos universitarios porque de lo contrario podríamos regresar al pasado “para que muchos sean contratados como periodistas empíricos, mal formados, de forma discontinua, inestable y mal remunerada”. No es cierto porque la evidencia empírica nos está mostrando que con muchos periodistas graduados (de hoy y de hace varias décadas) estamos realizando un periodismo que nos avergüenza. Y en algunos casos por lo demás muy bien pagado.
Vilma Ibarra
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