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Cuernos de unicornio y dragones en los Alpes: las extravagantes investigaciones de la academia científica más antigua del mundo

BBC News Mundo - Redacción* | Sábado 01 marzo, 2025


Ilustraciones de dragones supuestamente encontrados en los Alpes suizos
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En sus primeras épocas, la Royal Society recopilaba tanta información sobre "criaturas y acontecimientos extraños observados recientemente en lugares extranjeros" como sobre lo que ahora conocemos como ciencia.

El siglo XVII fue un momento crucial en la historia del pensamiento.

Grandes filósofos como Francis Bacon y René Descartes alentaron el escepticismo, cambiando el debate de ¿cuál es la verdad? del Medioevo a ¿de qué puedo estar seguro?

Con ese propósito, en Inglaterra, un grupo de intelectuales empezaron a reunirse informalmente en lo que llamaban el Colegio Invisible.

La idea era investigar los secretos de la naturaleza resistiendo el dominio de la sabiduría establecida y verificando todas las afirmaciones por medio de la experimentación... eso que hoy llamamos ciencia.

Su lema era Nullius in verba, que literalmente significa "las palabras de nadie" pero se entiende como "no creas meras palabras" o "no tomes la palabra de nadie".

Ese mismo lema y propósito lo adoptaría la que hoy es la academia científica más antigua del mundo.

Fundada en 1660, la Royal Society, o Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural, se convirtió en una red internacional para la investigación práctica y filosófica del mundo físico.

En sus 365 años de existencia ha tenido más de 8.000 miembros, entre ellos más de 280 premios Nobel, con eminencias que van de Isaac Newton, Albert Einstein y Charles Darwin a Dorothy Hodgkin, Alan Turing y Stephen Hawking, por nombrar unos pocos.

Pero, claro, así como ocurrirá cuando en tres siglos nuestros pares futuros exploren nuestros conocimientos actuales, si te zambulles en los archivos de la Royal Society, te topas con inesperadas y deliciosas sorpresas.

Eso fue lo que hicieron el físico Brian Cox y el comediante Robin Ince en un episodio de la serie de la BBC "The Infinite Monkey Cage".

Con la ayuda de expertos, encontraron desde anécdotas graciosas hasta criaturas mitológicas.

Retando fábulas

Una de las principales tareas de la Royal Society era hacer experimentos, y muchos se realizaban en vivo durante las reuniones semanales de los miembros.

Se llevaban fieles registros, como escribió Thomas Sprat en su "Historia de la Royal Society" de 1667, "para que la época actual y la posteridad puedan poner una marca en los errores que se han visto reforzados por una larga prescripción".

Gracias a ello sabemos que meses después de fundada, se puso a prueba algo que se daba como un hecho y que involucraba dos animales: el unicornio y la araña.

Pintura de una mujer señalando a un unicornio que la mira
Getty Images
Uno de estos... (Detalle de "La dama y el unicornio", obra de Luca Longhi de ~1540).

El primero había sido parte del bagaje intelectual de la humanidad por siglos.

La descripción griega más antigua es del historiador Ctesias, quien escribió alrededor del año 400 a.C. sobre un animal grande y ágil con cuerpo blanco, cabeza de color rojo oscuro y un cuerno largo en la frente.

Ese cuerno tenía propiedades curativas y purificadoras, informó.

Quienes los usaban como vasos para beber, "no están sujetos, según dicen, a convulsiones o a la enfermedad sagrada [epilepsia]. De hecho, son inmunes incluso a los venenos" que podían contener las bebidas que tomaban.

Al otro animal, la araña, desde la Edad Media se le había culpado de causar enfermedades misteriosas, incluida la Gran Peste.

Para el siglo XVII se había comenzado a sospechar que el unicornio era una fábula, pues nunca se había avistado uno.

No obstante, persistían ciertas creencias, como la de que un círculo de polvo de cuerno de unicornio actuaba como una jaula invisible para cualquier araña.

Así que en 1661, los eminentes filósofos naturales de la Royal Society colocaron una araña en un círculo de polvo de un cuerno "que se decía era de unicornio" para ver qué pasaba.

Lejos de ser repelida, la araña "inmediatamente" corrió a través del polvo para escapar.

El experimento fue repetido varias veces, con los mismos resultados.

Los animálculos

Cuatro años después del experimento que ayudó a desvanecer la creencia en las propiedades mágicas del cuerno de unicornio, la Royal Society lanzó Philosophical Transactions, la primera revista científica del mundo.

En una de sus ediciones de 1679, hay una carta que habla de algo nunca antes visto, pero dice...

"Si su señoría considera que estas observaciones pueden disgustar o escandalizar a los eruditos, le ruego encarecidamente que las considere privadas y las publique o destruya como crea conveniente".

Retrato de Anton van Leeuwenhoek
Getty Images
El autor de la carta era Anton van Leeuwenhoek, ahora conocido como "el padre de la microbiología".

"Su señoría" era el teólogo y filósofo natural alemán Henry Oldenburg, quien fue corresponsal extranjero de la Royal Society, su primer secretario y además editor de Philosophical Transactions.

Oldenburg le había escrito en 1674 al signatario de la carta, el microscopista neerlandés Anton van Leeuwenhoek, pidiéndole que enfocara su microscopio sobre secreciones humanas como el sudor, la saliva... y el semen.

En el entorno religioso en el que vivía Leeuwenhoek, esa última secreción era problemática, pero también era difícil rechazar una solicitud de los respetados caballeros de la Royal Society.

Además, la cuestión de la "generación", como se le llamaba a la reproducción en esa época, intrigaba superlativamente a los eruditos, ávidos de revisar conceptos petrificados por 2.000 años, derivados de deducciones de Hipócrates y Aristóteles.

En su carta de 1677, Leeuwenhoek aclara que encontró la forma de examinar su propio semen sin cometer el pecado de la masturbación.

"Lo primero que hace es tranquilizarlos diciéndoles que lo había obtenido 'por el exceso que la naturaleza me proporcionaba en mis relaciones conyugales'", cuenta el galardonado científico Matthew Cobb.

"Luego entra en detalles, diciendo que 'apenas 6 latidos del corazón después de la eyaculación', tomó un tubo capilar -un trozo de vidrio muy delgado en el medio-, lo puso en su semen, luego en el microscópio.

"Con los faldones de su camisa colgando, se acercó a la ventana para sostenerlo a contraluz... y luego le escribió a la Royal Society, quien le dio la respuesta clásica a un descubrimiento extraño: 'Necesitamos más experimentos'".

Dos años después, la carta fue publicada, y en ella Leeuwenhoek describe los espermatozoides, a los que llamó "animálculos".

Dibujos de espermatozoides.
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Los animálculos que descubrió Leeuwenhoek, dibujados en la carta que le envió a la Royal Society.

Desde hacía más de una década se sabía que las mujeres tenían óvulos.

"Y ustedes pensarán que concluyeron: 'OK, ahora sabemos cómo funciona la reproducción'", señala Cobb.

"Pues no".

"Se necesitaron 180 años de discusión entre los llamados ovistas y los espermistas, personas las que pensaban que todo eran óvulos o que todo se trataba de semen", señala Cobb".

"Por supuesto, ambos estaban equivocados".

¡Pon dragones!

A principios del siglo XVIII, el médico y naturalista suizo Johan Jakob Schweitzer, uno de los corresponsales de la red de intelectuales de toda Europa de la Royal Academy, escribió un libro sobre los Alpes.

"Tenemos la versión manuscrita que envió para la aprobación de Isaac Newton (recientemente elegido como presidente de la organización)", dice Keith Moore, director de la biblioteca de la Royal Society, que publicó ese volumen de 'Itinera Alpina'.

"Es realmente hermoso, y si lo lees, es una guía completamente estándar de los Alpes suizos", agrega la paleontóloga Tori Herridge.

"Si no hubieras tenido la oportunidad de ir a los Alpes suizos, te quedarías asombrado y fascinado al leer sobre el lugar y ver las increíbles cascadas, montañas, la flora, la fauna que puedes ver en el libro".

Ilustración de una gran cascada
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Las ilustraciones de la edición de 1703 mostraban lo que Schweitzer había visto en sus viajes por la región alpina suiza.

"Todo es completamente sensato en 1703", dice Herridge. "Pero después...".

"En una edición posterior, no publicada por la Royal Society, me apresuro a añadir, aparecen dibujos de dragones", revela Moore.

"Es el mismo libro, supuestamente el mismo autor, pero con dragones", detalla Herridge.

Además de sus observaciones, los naturalistas suizos habían recopilado relatos de la región, "algunos probablemente derivados de huesos que se encontraban en los Alpes", explica Moore.

¿Por qué se habrá modificado la edición posterior?

"La primera edición era pura ciencia, y tal vez no le fue muy bien, así que se habrán preguntado '¿qué hacemos?... ¡Pon dragones!'", conjetura Herridge.

Ilustración en la edición posterior de un hombre asustado al ver un dragón
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Una versión más atractiva: la edición de 1723... con dragones.

Lo que le llama la atención a la paleontóloga es que "se seguía presentando como un relato fáctico de viajes y de lo que se podía ver en los Alpes suizos: ¡estamos a principios del siglo XVIII y los dragones todavía están allí!".

Sin embargo, aunque nos parezca curioso, agrega, "ponte a pensar: si estás encontrando fósiles enormes y aún no sabes qué son los dinosaurios, ¿por qué es inherentemente ridículo que pueda haber dragones en los Alpes suizos?".

"En el pasado había un montón de explicaciones diferentes con las que la gente intentaba interpretar lo que hallaba.

"Veías un hueso enorme y tratabas de encajarlo en el folclore que conocías: ¿sería un dragón, un gigante, un cíclope?", explica Herridge.

"No estaban inventando cosas porque sí, era un sistema para darle sentido al mundo".

Aún así, "Schweitzer es escéptico sobre algunas de estas historias, pero de todos modos las registra", apunta Cobb.

"Pero creo que hay un punto muy importante, que también aplica al experimento de las arañas y el cuerno de unicornio".

El punto

"El lema de la Royal Society era 'No te fíes de la palabra de nadie', y tenían todas estas historias, provenientes de la Biblia, de los griegos, de cuentos de viajeros y demás, que tal vez eran ciertas... ¡qué vas a saber!"

"Pues la única forma de averiguarlo es ir y tratar de encontrar un dragón. O si estás interesado en tratar de mantener alejadas a las arañas, entonces obtienes un poco de cuerno de unicornio y ves si funciona".

Eso es lo que estaban haciendo, subraya Cobb y cita otro de los experimentos curiosos de los primeros años de la Royal Society.

"Estaban obsesionados con tratar de entender de dónde viene la vida, y en un texto antiguo decía que si triturabas un montón de víboras y las ponías en una botella, se generarían nuevas víboras".

"Así que tenían esta botella que sacaban cada 4 meses y anotaban en el libro de registros: 'no, aún no hay víboras', hasta que concluyeron que no era cierto".

"Entre tanto, otros alrededor del mundo estaban haciendo lo mismo, tomando viejas historias y tratando de ver '¿generas sapos a partir de un pato muerto que dejas en una teca? Pues no, no es así'.

"Pero para llegar a esas conclusiones tuvieron que hacer correctamente los experimentos".

Estaban en los albores de lo que llamamos ciencia moderna, y el propósito era poner los conocimientos a prueba.

Así que, aunque algunas de las ideas parezcan ridículas ahora, lo son porque los primeros científicos hicieron la labor de investigarlas.

* Este artículo está basado en el episodio "An Unexpected History of Science" de la serie de la BBC "The Infinite Monkey Cage". Si quieres escucharla, haz clic aquí

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